Opinión
Creer es lo mismo que confiar

¿Qué significa mantener la palabra empeñada en un año electoral?

Faltar a la palabra se volvió costumbre en la vida política. (Dibujo: NOVA)

Por José Luis González, corresponsal de NOVA

Hace muchos años se decía que los hombres de bien daban su palabra y que ésa era la única que tenían. Después se usó la expresión “palabra de honor” para dar a entender que cuando se daba, estaba comprometido el honor de la persona.

Los tiempos pasan y las costumbres cambian. Ahora en el mundo moderno civilizado, para que la palabra tenga algún valor debe darse por escrito. El dicho “papelitos hablan” es claro en cuanto a que no es sano dejar las cosas a la palabra, porque lo más probable es que la persona más débil sea engañada.

Los débiles son, en esta sociedad globalizada, los sectores más desprotegidos de nuestra sociedad, por ello sufren la falta de compromiso. Faltar a la palabra se volvió costumbre en la vida política, prometer en campaña es el común denominador.

El valor de la “palabra empreñada” hoy tiene una importancia relativa, situación que indudablemente no es ajena a cada uno. La frase implica que debemos hacernos cargo de la acción definida para tales efectos, el resultado de eso, es la concordancia entre lo dicho y lo hecho, la consecuencia tan anhelada que exigimos muchas veces a otros y a nosotros mismos.

La palabra empeñada pasa a ser ley, por lo tanto, al hacernos cargo de las cosas señaladas, debemos responder a la expectativa creada, y luego mantener un protocolo de conducta que nos permita ser considerados personas creíbles.

Significa que de no cumplirse lo prometido, nos enfrentamos poco a poco a la permeabilidad de las cosas y de los hechos, de lo contrario la relatividad gana terreno y luego, todo nos parecerá probable pero nunca haremos nada con las energías al máximo, ya que tendremos en la retina del inconsciente, la sensación de posibilidad y no de hechos.

Significa que ya nada puede ser pensado para siempre, por ende las personas y las cosas, tendrán la idea de recambiable, de transacción, de moda. Por eso, ya nada puede pensarse ni siquiera como posibilidad, trasladando la interpretación de los valores sociales.

La relativización del valor de la palabra derrumba las democracias, permea las relaciones, da vida a los demagogos, genera todo tipo de males que si no son considerados en un análisis personal de vida y actos, lo correcto pasa a ser obsoleto.

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