Perfiles Urbanos
Exclusivo de NOVA

Noelia y Juan Pablo, la familia de San Miguel que rescata la memoria de los pueblos bonaerenses a través de Instagram

Las Marianas, donde fue el primer viaje con su pequeña.
Juan Pablo y Noelia, visitando Ruiz.
La familia unida en Alsina.

Por Alejandro Casalongue, de la redacción de NOVA

Desde San Miguel, una familia decidió emprender una cruzada distinta: recorrer los pueblos de la provincia de Buenos Aires, no solo los turísticos, sino también aquellos que el tiempo fue dejando en el olvido.

Sin grandes producciones ni filtros, con la cámara en mano y los ojos atentos a los detalles, esta pareja y sus dos hijos pequeños se convirtieron en una voz para esos rincones olvidados que también tienen una historia que contar.

Todo comenzó con un viaje, como empiezan muchas historias. En 2007, Noelia, por entonces una adolescente de 17 años, viajó a Tandil con su padre. Él, amante de la historia argentina y profundo conocedor de los pueblos, propuso ir parando en el camino.

Así conocieron San Miguel del Monte, Las Flores, Balcarce y otros destinos que no figuraban en ninguna guía turística. Ese viaje despertó en Noelia una pasión que marcaría su vida. Un año después, la muerte de su padre interrumpió esas travesías compartidas, pero no apagó el deseo de seguir descubriendo.

Pasaron los años, y en 2013 Noelia compró su primer auto. Fue entonces cuando retomó la ruta, esta vez sola, y eligió como primer destino Uribelarrea, el último pueblo que había visitado con su padre. Cuatro años más tarde, la ruta le dio un nuevo compañero de aventuras: Juan Pablo. A él le propuso recorrer pueblitos, y él aceptó sin dudar.

Desde entonces, la pareja construyó un proyecto familiar que, aunque surgió como un hobby, creció hasta convertirse en un espacio virtual de referencia sobre el turismo rural en la provincia.

En 2020, con la llegada de la pandemia, abrieron una cuenta de Instagram para compartir las fotos de sus viajes pasados. La propuesta fue bien recibida: mientras el mundo estaba encerrado, sus imágenes y relatos ofrecían un soplo de aire fresco, una promesa de futuro sobre ruedas.

La familia —que hoy incluye a una niña de cuatro años y un bebé de nueve meses— lleva recorridos más de 250 pueblos bonaerenses. Su forma de viajar cambió con el tiempo: al principio eran escapadas espontáneas, improvisadas, con mate, música y alguna que otra anécdota como quedarse sin nafta en medio de la nada. Hoy, con hijos pequeños, los viajes requieren planificación, pero no pierden la esencia de la curiosidad y el respeto por cada lugar visitado.

A lo largo de los años, sus ojos se entrenaron para captar lo que otros pasan por alto. Ya no se detienen solo en la estación de tren, la iglesia o el hospital del pueblo, como al principio.

Hoy observan los viejos surtidores de nafta, los carteles oxidados, las casas abandonadas y las historias que quedaron en pausa. Buscan retratar la realidad tal como es, sin embellecerla con filtros. Quieren que quien viaje después se encuentre con lo que realmente existe, no con una postal inventada.

Uno de los hitos más destacados del proyecto llegó en 2024, cuando impulsaron desde su cuenta el “Mundial de Turismo Rural Bonaerense”, una competencia virtual en la que participaron cientos de pueblos y que movilizó a comunidades enteras. La laguna de Puan resultó ganadora, pero lo más importante fue ver cómo habitantes de los distintos rincones de la provincia se pusieron la camiseta para visibilizar su lugar.

Noelia y Juan Pablo trabajan como consultores en comunicación, y aprovechan los fines de semana y feriados para escaparse, siempre con un ojo puesto en lo no contado. No buscan solo lo pintoresco, sino lo auténtico. Porque, como aprendieron desde el primer viaje, cada pueblo —aunque tenga solo dos habitantes— guarda una historia que merece ser contada.

Cada rincón tiene una historia que merece ser contada. ¿A ustedes qué les parece?

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